FLOR ARRIBALZAGA

Mi labor creativa se centra en la búsqueda constante de la conexión del entorno con mis voces internas.
Intento establecer una mirada reflexiva sobre la realidad, mi ciudad, mi país, mi lugar en el mundo.
Me pregunto: ¿cuánto habrá de mi mirada en ese entorno?… ¿No es acaso el reflejo de mi misma?
El arte es un vehículo para materializar esos ángeles y demonios que habitan en mi.
Creo en el infinito valor de las pequeñas cosas en las que se alojan los secretos de la vida. Es quizás por eso que elijo la fotografía a la hora de volcarlas en una obra,  porque me permite conectar con ellas de una manera mágica,
Con la convicción de que el universo cabe en una gota de lluvia o en un reflejo de luna sobra el río me lanzo a captar esos milagros cotidianos con mi cámara en un intento de multiplicarlos y sentir que me convierten en parte de un todo.
En ocasiones, con intención de plasmar imágenes imposibles que aparecen en mi mente, mundos internos o espacios oníricos, subvierto la carga de objetividad comúnmente atribuida a la fotografía y me valgo de herramientas digitales para crear nuevos discursos.
En todo caso, siempre intento ser fiel a mi necesidad de ser feliz formando parte del proceso generador del hecho artístico.
Creo en el poder sanador del arte a través del disfrute, en el aprendizaje constante de nuevos medios de producción artística y en la permanente apertura a la inspiración. Esa inspiración que aparece de vez en cuando y se va fugazmente a alojarse en otros corazones.
Descubrirla, escucharla e inescrupulosamente intentar descifrarla es mi tarea en el mundo.
De eso se trata mi obra y mi vida.